¿sirve realmente una certificación?

La última vez que fui a la universidad, por uno de esos trámites que siempre se dejan para el olvido y que el olvido mismo nos hace recordarlos, pasé cerca a un grupo de muchachos que, por el tema de conversación, logré sacar que eran de Sistemas, mientras hablaban, una chica le dijo a su amigo: "Obtienes la certificación MCSD y encuentras trabajo en CUALQUIER LUGAR", esto último dicho con tanta seguridad me dejó bastante pensativo, puesto que durante mi permanencia en la universidad las certificaciones eran lo máximo para quien las poseyera y una utopía para el común denominador de los alumnos de universidad estatal, por lo visto esto no ha cambiado, cuando egresé dicha impresión ya no lo era tanto para mi, como esa sensación que produce estar en plena ciudad y de repente te colocan frente a un paisaje tan amplio como el mar.

Cazando el mito: Desde que egresé de mi alma water, (mi título lo he dejado en el baño, bien enmarcado encima del WC, como imitando a Bryce), los trabajos en los que tuve la suerte de participar los conseguí más bien por amistades que me pasaron el dato y por cierta reputación de responsable que algunos tenían de mi, eran inicios y lo reconozco, conforme pasan los años, los contactos son base importante para quien no se quiere quedar sin chamba y desea regalar algo bonito a sus parientes en Navidad, ¿alguien habló de certificaciones? de pesar pesan, sin embargo he sido testigo de casos de gente certificada en todo, que no laboraba por motivos desde un mal examen psicológico, hasta el hecho de que el jefe tenía un conocidísimo suyo para el puesto libre, ¿y el certificado? ah! qué bien... pero no nos llames, te llamamos.

¿por qué me certifico? ¿por qué te certificas? Al final de todo es mejor tomarlo como un sano deporte, a tenerlo como requisito indispensable para obtener trabajo "en cualquier lugar" y luego frustrarse, prefiero guardarme las horas de estudio y la gracia de ver el resultado PASS en el examen, obteniendo el microsoftiano derecho de decorar mi ridículum con esos íconos bien tontos que nos regalan para el marquetin (con q, no con k) personal, y reviviendo mis épocas de educación inicial cuando la profesora te sellaba la frente con una estrella y eras ingenuamente el más feliz del mundo.